miércoles, 16 de noviembre de 2011

Idea profunda VI

Esta mañana mientras desayunaba, he visto un movimiento, “el movimiento” debería decir. La perfección hecha movimiento.

Estaba desayunando y miraba un ramo de rosas colocado encima sobre la encimera de la cocina. Creo que no pensaba en nada. De hecho, quizá por eso haya visto el movimiento; quizá si hubiera estado absorta en otra cosa, si la cocina no hubiera estado en silencio, si yo no me hubiera encontrado allí a solas, no habría estado lo bastante atenta. Pero estaba sola, tranquila y vacía. Por eso he podido acoger en mí el movimiento.

Ha sonado un ruidito, bueno, más bien como si el aire se estremeciera e hiciera “shhhh” muy, muy, muy bajito: era un capullo de rosa con un trocito de tallo quebrado, que caía sobre la encimera. En el momento de tocar la superficie, ha emitido un “puf”, un “puf” en plan ultrasonido, de los que sólo oyen los ratones o los hombres si están muy, muy en silencio. Yo me he quedado con la cuchara suspendida en el aire, totalmente embelesada. Era algo magnífico. Pero, ¿qué era lo magnífico? Yo no daba crédito: no era más que un capullo de rosa en el extremo de un tallo quebrado que acaba de caer sobre la encimera. ¿Entonces?

Lo he comprendido al acercarme y al mirar al capullo de rosa inmóvil, que había concluido su caída. Es algo que tiene que ver con el tiempo, no con el espacio. Oh, claro, siempre es bonito un capullo de rosa que acaba de caer, con un movimiento grácil. Es tan artístico: ¡dan ganas de pintarlo una y otra vez! Pero no es eso lo que explica “el movimiento”. El movimiento, este fenómeno que uno cree que es algo espacial…

Pero al mirar caer este capullo y este tallo, he intuido en una milésima de segundo la esencia de la Belleza. Sí, yo he tenido esta oportunidad increíble porque, esta mañana se daban todas las condiciones: espíritu vacío, casa silenciosa, rosas bonitas, caída de un capullo. Realmente lo bello es lo que se coge en el momento en que ocurre. Es la configuración efímera de las cosas en el momento en que uno ve al mismo tiempo la belleza y la muerte.

Ay, ay, ay, me he dicho, ¿quiere esto decir que así es como un tiene que vivir su vida? ¿Siempre en equilibrio entre la belleza y la muerte, el movimiento y la desaparición? Quizá estar vivo sea esto: perseguir instantes que mueren.

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