lunes, 12 de diciembre de 2011

Se acerca la Navidad. Ya comienzo a ver luces navideñas en los hogares y tiendas. Papa Noel este año vuelve a elegir el rojo para su atuendo, ¿no se cansará del mismo color año tras año?

Me encanta el ambiente navideño. Cuando paseo por calles disfruto viendo a personas con sus chaquetones, bufandas, guantes y gorros paseando por las tiendas y comprando regalos. El olor a polvorones y cordiales recién hechos es un olor tan característico que cada vez que lo percibo me dan ganas de comenzar a cantar un villancico.

Pero sin duda lo que no cambiaría por nada del mundo en la Navidad es la cara de ilusión de los más pequeños al escribir sus cartas a los Reyes Magos y a Papa Noel. ¡Qué adorables que están cuando ven a Papa Noel en el Corte Inglés y se sientan en su rodilla para pedirle regalos!

Aún recuerdo cuando era pequeña y le dejaba un tazón de leche a los camellos de los Reyes Magos y magdalenas y Coñac a los reyes… aún me pregunto a qué hora se levantarían mis padres para tomarse todo eso y dejarlo todo hecho un desastre, aún conservo la imagen de las magdalenas mordisqueadas encima de la mesa y la leche algo esturreada por el suelo. También recuerdo que, cada vez que era Nochebuena me tiraba la noche mirando al cielo a ver si veía el trineo de Papa Noel con sus renos sobrevolando el cielo y por sorprendente que sea recuerdo que una vez imaginé que lo veía. Sí, era una niña muy soñadora y, cada vez que recuerdo esos momentos siento ternura hacia esa niña que quedó atrás.

Ahora es diferente, soy yo quien le cuenta historias a mis primos más pequeños ya que obviamente mi hermana ya ha perdido la inocencia infantil. Es una posición menos mágica, en cambio no la cambiaría por nada del mundo ya que ver la ilusión de los más peques de la familia plasmada en una sonrisa y nerviosismo me hace disfrutar junto a ellos.

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