lunes, 8 de abril de 2013

Nos podemos quejar poco o nada...

Nos podemos quejar poco, o nada, de lo que somos como seres humanos; nuestro cuerpo, nuestra piel, nuestro sistema nervioso, nuestro aparato digestivo, nuestro corazón, nuestras células, nuestras neuronas, nuestra química, nuestra genética, nuestra evolución; un cerebro gelatinoso que nos cabe en la palma de la mano, que nos abre a todo un universo, y que si es necesario nos encierra en una conciencia.

Me puedo quejar poco, o nada, pues, de lo que soy. Me han dado dos piernas, para correr si lo necesito; me han dado dos manos, para empujar a lo que me persiga; me han dado una espalda (no como a los árboles) para no verte cuando te empuje, o cuando corra de tí; y me han dado, entre otras cosas, una boca. La boca es importante y si la uno con mis cuerdas vocales, flipa, si puedo hablar y todo, y comunicarme, y gritar, y bostezar (amo bostezar). Pero, no, no siempre puedo comunicarme; he aprendido un idioma, pero un idioma que no me permite expresar las cosas verdaderamente importantes, impresiones, realidades, mi subjetividad: defíneme amarillo, ¿entiendes?.

Me encantaría contar con un órgano que sacara a la luz nuestras sensaciones (iba a poner sentimientos, pero no tengo una noche cursi), cuando lo necesitásemos, y me dejara sin palabras. Es decir, puedo explicarte lo que te quiero, pero jamás sabrás cuanto te quiero, ni el contexto de sus dimensiones. Y por lo menos a mí nada más que dar el paso de intentarlo, me cuesta; nervios comunes de un cobarde, aunque también será porque en la boca hay muchos (nervios), justo en las encías, y claro. Me refiero a esas cosas con las que piensas "me gustaría que entrases en mi cabeza, por un momento, y me comprendieses, pero no tengo la boca tan grande, y no cabes, lo siento, a lo mejor si no me hubiesen puesto tantos dientes no tendría que masticar tanto lo que pienso para traducirlo en jeroglíficos de estos, que diga, palabras".

A veces creo que ese órgano son las pupilas, son hermosas, profundas; para mi, como he dicho, si llegan al cerebro, llegan al universo, a tu universo; pero pienso que somos analfabetos de las miradas, mucha gente no sabe leer unos ojos, y a veces, aunque lo pongamos más fácil, parece que unas mejillas sonrojadas no son suficientes.

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