lunes, 15 de abril de 2013

Un noble del siglo XVI vería tantas imágenes a lo largo de su vida como cualquier persona de la actualidad en una semana. Si se tratara de un campesino en lugar de un noble, la comparación sería mucho más extrema: Cuadros religiosos en las iglesias, algún folletín pegado en un espacio público, lonas malamente dibujadas en ferias ambulantes serían entre las únicas imágenes que podría ver en su vida.
Por esta carencia, en la antigüedad se le daba un valor especial a las imágenes y a quienes las creaban, concediéndoles divinidad y poderes mágicos llegando incluso a prohibirlas en algunas religiones.

En el siglo pasado la fotografía primero y el cine después vienen a democratizar la imagen, a hacerla ubicua e imprescindible. Su avance se puede ver claramente en el formato de los periódicos que poco a poco van llenándose de imágenes como en una marea imparable, para finalmente relegar a las palabras a los titulares y a las páginas interiores.

Pero las imágenes tienen aun un halo mágico que las rodea. A pesar de que las imágenes se vuelven omnipresentes, esto es verdad únicamente desde la posición del público receptor. Recibimos esta comunicación un-direccional sin posibilidad de respuesta. Crear imágenes sigue siendo un lujo, pero que se empieza a popularizar con la fotografía.

Con la llega de de los teléfonos inteligentes, la comunicación global y servicios como Facebook, Tumblr, Instagarm, las imágenes cobran un nuevo lugar. No somos ahora meros receptores de imágenes, también ahora las producimos con mucha mayor facilidad.

La cantidad de imágenes creadas por una persona normal en la generación de nuestros padres, ahora es fácilmente superada por un adolescente con iPhone en unas cuantas semanas.

Ahora no somos sólo receptores, también somos creadores y quizás más importante, transmisores de imágenes. El flujo visual pasa y parte de nosotros, compartimos con la facilidad de un click, y la imagen no queda frente a nuestra retinas más que un instante, pero no por eso es menos importante.
Pero más allá de aumentar el número de imágenes existentes, ¿cuál es la consecuencia de esta sobreabundancia visual?

Una nueva lengua está creándose. Sólo hay que pasearse por Tumblr donde los adolescentes encontraron un hogar, jóvenes que en el pasado publicaban blogsl, y mucho antes sus propios diarios íntimos bajo la almohada (sí, yo era una de esas que escribía en el típico diario y que cerraba bajo un candado de esos que se pueden abrir con una horquilla...ay, la inocencia de los niños). Aquí nos encontramos con las mismas angustias, alegrías y tristezas que nosotros mismos sufrimos pero explicadas a partir de imágenes. El mensaje es el mismo, pero el lenguaje cambia: Imágenes propias, copiadas y transmitidas. La comunicación está hecha a partir de información visual y esta articulación de pregunta respuesta, de comunicación en dos direcciones, terminará volviéndose un verdadero idioma.

Con una generación entera que lleva una pantalla miniatura y una cámara en el bolsillo, estamos en el comienzo de un nuevo mundo. Y si el lenguaje permitió el desarrollo del pensamiento, ¿qué ideas encontraremos cuando podamos pensar con imágenes?.




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