domingo, 26 de mayo de 2013


Cuántas tropelías se han cometido y se cometen en nombre de la inteligencia y la buena voluntad. Me preocupa enormemente la diferencia entre el ser y el deber ser. Es posible que me meta en un jardín con estas reflexiones, si fuera así, demostraría precisamente aquello de lo que quiero hablar. Que queriendo yo poner en claro alguna cosa quizá lo único que consiga es marear al lector y hacerte perder el tiempo. Dicen que el papel lo aguanta todo. ¿Y el ser humano, cuántas veces somos capaces de levantarnos después de caer tanto y tan abajo? ¿Y la naturaleza, de cuantas agresiones saldrá todavía indemne? No dejamos de equivocarnos, incluso sin intención, que de eso hablo, pero aquí seguimos, tan tranquilos… ha vuelto a salir el sol.

Dicen, yo veo que es cierto, que el individuo necesita hacer una interpretación del contexto en el que vive. No parece que los animales o los objetos, qué te voy a contar, lo necesiten y, sin embargo, ahí están. Qué ínfulas las del ser humano, queriendo sojuzgarlo todo, entenderlo todo. Construye grandes telescopios para ver hasta dónde llega el Universo y microscopios igual de grandes para ver hasta dónde las micropartículas, (luego miras las fotos que sacan y no distingues el micro del macro universo, por ejemplo la imagen de arriba, quizá parezcan cráteres lunares pero es la vista de un linfocito con un aumento de 10 elevado a -6, dicen que en el cuerpo humano hay cien veces más células que estrellas en nuestra galaxia, es desconcertante, acojona, ¿a qué si?), abre en canal a bichos y personas para curarlos, alguna vez, y para tratar de entenderlos. Después de tomar café y mirar muy concienzudamente hasta debajo de las alfombras por si algo le ha pasado desapercibido hace una oración a Dios, a Ala, a Buda, a una piedra o a sí mismo, por si las moscas. No me digáis que esto no es una “cosmovisión” en toda regla.

¿Y si nada tuviera sentido, y si no tuviera que tenerlo?, ¿podríamos con ello? ¿Por qué ocurren las cosas? ¿Será verdad lo del efecto mariposa, que un estornudo en Japón provoca un terremoto en la otra parte de mundo? ¿Será cierto que de las buenas acciones se derivan buenas consecuencias? He empezado diciendo que no siempre es así. No lo rechaces sin pensar, sin analizar tu propia experiencia, ¿o no es cierto que buenas y malas cosas te han ocurrido sin razón aparente?; se te acercó aquel chico justo el día que ibas peor arreglada, aprobaste el examen cuando menos habías estudiado, perjudicaste a tu amigo justo cuando lo que querías era dar la cara por él. Sé que son ejemplos nimios pero si consiguiese yo ser más rigurosa, iríamos desde la experiencia más insignificante hasta las guerras religiosas en las que los dos bandos pretendían salvar a la humanidad, cada uno con su credo, o a la invención de la bomba atómica que “resolvió” y, de qué manera, la segunda guerra mundial.

Consecuentemente, las cosas, las circunstancias, las personas… ¿son como las vemos? (y mira que habrá tantas perspectivas como individuos) ¿o son per se; como son en sí, o no son siquiera y es todo una ilusión óptica o mental?  el sueño de algún alienígena borracho o la ocurrencia de algún dios del Olimpo o de otra barriada de dioses…


Podemos marearnos hablando de estas cosas, a mí me divierte. No sé si llego, o sea interesante, o esté capacitado para llegar a alguna conclusión, ¿quién me lo impide? Discurra lo que discurra, el tiempo pasa inexorablemente y lo mismo le da, al tiempo digo, que duerma, que piense o que me corte las uñas… Últimamente yo lo uso para escribir y publicar mis reflexiones. Dos cabezas piensan mejor que una. Quizá algún día te animes a contarme tu cosmovisión (o microvisión), dudo que sea necesario o mínimamente trascendente, pero lo que es a mí me tendrá muy entretenido mientras descanso de tanto estudio.

sábado, 25 de mayo de 2013

Hay cosas que yo quisiera ver y que sin embargo no veré nunca. El nacimiento de una estrella, una supernova… o su muerte (qué triste suena que mueran las estrellas, suena parecido a la muerte de un ángel, ¿puedes imaginar eso?, si puedes es que eres algo retorcido), el Big Bang hubiese querido ver pero nací tarde para eso…

Como fenómenos astronómicos no están al alcance de cualquiera, pero en el universo de los sentimientos los he visto casi todos. “El nacimiento del amor y su expansión en el cuerpo, en la mente y en el alma de la persona que amas, mezclado con la integridad de tu ser”. Universos que se expanden y se mezclan produciendo fenómenos inefables que ni los poetas entienden.


El ciclo de la vida, ¿o será el de la muerte? determina que la inmortalidad es agotadora y todo lo que nace está llamado a morir, en ocasiones de muerte violenta. Y quien te amaba no te ama más y se separa o te separa de sí, a veces sin aviso, casi siempre sin piedad. Y tu propio universo que ya “no sabía ser solo” se corrompe dando lugar a agujeros negros allí donde todo era luz y color. Agujeros siniestros de antimateria que lo absorben todo haciéndolo desaparecer absolutamente.

La antimateria surge de la ansiedad que el Universo experimenta cuando se pone su infinitud en entredicho, cuando hay zonas de la existencia donde ya no se podrá expandir, que le empujarán, o lo pretenderán por lo menos, a contraerse. “El universo no quiere ser ni puede otra cosa que infinito y eterno”, luego por lógica desaparece (de allí) engullido por su perplejidad ontológica.

¿Para extinguirse, o renacer en otra dimensión más amable, más adecuada, más estable, diferente, diversa y mejor como es mejor la realidad que el recuerdo?

Mueren soles por grandes que sean, mueren estrellas anegadas en los gases tóxicos que les rodeaban o conformaban. Pero el Universo permanece, muta y renace como un organismo perfecto.


Es más que probable que el suceso que os cuento ocurriese solo en mi mente (salvo los desastres naturales en los que la tierra se abre bajo los pies todos ocurren ahí, en nuestra mente a través de la interpretación de lo que “ocurre o a nosotros nos parece que ocurre”), sin embargo me ayudará a analizar algún aspecto del comportamiento humano corriente. Toqué en un evento hace unos días. Preguntando al conserje dónde aparcar me pareció ver pasar a un chico que tocaba con nosotros hace ya algunos años. Lo que sí pasó es como esas veces en las que “no sabes si te han visto o se han dado cuenta de que les has visto y te haces el invisible”. Es muy frecuente, reconócelo, sobre todo cuando como en este caso no nos caíamos bien. No siempre fue así, la relación fue deteriorándose con el tiempo y las actitudes de cada cual.

¿Quién ha dicho que tengas que llevarte bien con todo el mundo? Nadie niega que eso no fuese deseable en un plano teórico, mucho más cómodo que andar a la gresca con este o con el otro. Pero considero preocupante eso de llevarse bien con todos, solo se logra cuando tienes poca personalidad, las cosas poco claras o una relación más bien superficial con la mayoría. La gente, salvo excepciones, es rara, envidiosa, tonta, impertinente, falsa, sosa, inoportuna y cínica… ¡cómo ibas a llevarte bien con tipos así!

Podría extenderme aquí sobre la opinión que ese chico me merecía, no es relevante. El caso es que “terminamos por no llevarnos”. ¿Tendría más razón él que yo? para los efectos da igual. Yo no soy perfecta, no lo era entonces ni lo soy ahora que me parece enterarme más de las cosas. Fue algo que dije, algo que dijo, su actitud, la mía, el más puro desinterés… Por alguna o muchas razones “nadie es para todo el mundo”, ni sería necesariamente mejor si fuese al precio de diluirse por completo.
Cuando ya estaba cambiada para tocar y mezclada entre la gente lo vi pasar de nuevo, “volvimos a ignorarnos”, pero también a la flautista con la que siempre se llevó de perlas. ¡Entonces no era él! Pensé comprobarlo más adelante acercándome donde estuviera sentado pero se me olvidó concentrada como estuve en el trabajo… ¿Cómo era posible que nos ignorase así? habíamos sido sus compañeros y el tiempo dicen que lima las asperezas. ¿Qué se hace en esos casos? la cortesía lo que sugiere es un saludo, un movimiento de cabeza, un hola cómo estás. ¿Pero no estaría él siendo más fiel a sí mismo ignorándonos como si nunca nos hubiésemos conocido? abominando en lo que a nosotros respecta de una etapa de su vida, qué triste ¿no? ¿No has tenido tú ese impulso alguna vez, el de ignorar hasta las últimas consecuencias a aquel o aquella con quien (ya) no irías ni a tomar café?

¿No basta ya de hipocresía?: “¿cómo te va? ¿Qué alegría verte? ¿Qué te vaya bien?…” Qué sacrilegio si es mentira, qué ponzoñoso, qué vacío. ¿No lo veis? Yo preferiría ahorrármelo y que me lo ahorren.

viernes, 24 de mayo de 2013

Autoquiérete

Autoquerernos es la asignatura que la mayoría de nosotros tenemos pendiente, lo que a veces causa dificultades en nuestro día a día; es la semilla que germina victimas, enfermedades tanto físicas como mentales, abusos... en fin, un amplio abanico que cuando nos pilla con inmunidad baja puede destrozarnos; debemos hacerle frente ya que la vida está llena de limitaciones y cuando al final la falta de seguridad (el miedo) gana la batalla a la confianza (amor) dentro de uno mismo podemos llegar a estar muy perdidos con nosotros mismos. De nuestro nivel de autoestima dependerá que empecemos a vivir o sigamos sobreviviendo a duras penas.

Hemos sido adiestrados bajo una estructura contraria a la confianza y a la seguridad en uno mismo y a todo lo que nos rodea, una educación velada opuesta al amor. El miedo es la herramienta más efectiva a corto y largo plazo de lograr el control mental y emocional del ser humano, nos es trasmitido individualmente desde la infancia a través de nuestros padres en muchos casos. Frases familiares como:


“Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer“
“Si no estudias no serás nada en la vida“
“A ver que van a pensar los demás”
”Si no comes no crecerás“
“Si no eres bueno mamá y papá no te querrán”
“La masturbación produce impotencia y descalcificación de huesos”
“Entregarse a los demás es olvidarse de uno mismo”
“Te medirán por tus éxitos“
“Eres lo que tienes”
"Demuestra lo que vales”
“Una pareja ha de ser para toda la vida"
...

La lista llega a ser interminable, limitadora y castrante. Cualquiera que no llegue a cumplirlo (nadie puede lograrlo al 100%) o se salga del modelo establecido, poco a poco irá perdiendo la esperanza en el Amor. Dentro de esta “programación” resulta absolutamente imposible alcanzar la felicidad y la única posibilidad son los “momentos” con los que algunos se sienten ingenuamente afortunados.

La actitud de infundir miedo no es más que la manifestación de un sentimiento de inseguridad y desconfianza propio de quién lo ejerce autojusticándose bajo el velo de un supuesto amor/beneficio para el “controlado”. Querer controlar a través de amenazas es estar transmitiendo al receptor, además de miedo e inseguridad, un mensaje subliminal de “desconfío de tu capacidad”, poniendo por lo tanto en cuestión su autosuficiencia y su valor personal.

"Si con tu actitud me muestras que no confías en mí, me haces dudar de mí misma, y entonces... yo llego a pensar que es verdad que no soy lo suficiente”. En consecuencia….. ¿cómo voy a quererme? ¿cómo voy a valorarme para sentirme segura y hacerme respetar?. Éste es el razonamiento inconsciente que hacemos de niños, la creencia que queda instalada en nuestras capas más profundas de adulto, sin saber que en esos primeros años de vida está la respuesta a nuestra dificultad para Amarnos, Amar y ser Amados.

En definitiva, la educación a través del miedo además de ser una herramienta de control provoca la falta de Amor por uno mismo, de esta forma hemos construido una cadena de “dadores” de baja autoestima que de forma inconsciente trasmiten su propia inseguridad, proyectándola sobre toda persona con la que se relacionan causando así una nueva victima del falso amor. Puede que ésta sea una de las explicaciones de por qué la mayoría de los adultos sentimos carencias de amor en la infancia, a pesar de reconocer haber sido queridos. Así que, la única manera de empezar a corregir una situación que se prolonga y se trasmite como un virus, es modificarla desde la base, de uno en uno, individualmente, y en un tiempo, la educación cambiará a una sociedad de individuos seguros de sí mismos que puedan amarse lo suficiente como para ser inmunes a cualquier nuevo ataque de inseguridad venga de donde venga, pudiendo trasmitir un amor bien entendido desde el suyo propio.

Partiendo de que el concepto que nos han trasmitido sobre lo que es el Amor a uno mismo y a los demás es erroneo, el reto que deberíamos plantearnos a priori sería desmontar en cada uno de nosotros esta programación. No es fácil pero tampoco imposible, ya que estamos hablando de desarticular ideas que se crearon en un principio a nivel mental, por lo tanto modificables, porque no están en tu esencia sino que son aprendidas. Es cuestión de darnos tiempo para desprogramar en cada acto cotidiano esta creencia limitante. Poner consciencia antes de hablar, al escuchar y a la hora de actuar, teniendo en cuenta bajo que propio sentimiento vamos a movernos, es el camino y el esfuerzo que debemos realizar.

Amarse tampoco consiste en adivinar o hacerse una lista de cualidades con las que aumentar nuestro valor, ahí no están las resistencias que nos encontramos a la hora de querernos. El verdadero amor es quererse y querer a la persona que llevamos dentro tal y como es sin excluir sus defectos, es dar y darte la libertad para equivocarte confiando en ti y en el aprendizaje que sabrás obtener, aceptándote y perdonándote los errores pasados como lo harías por cualquier otra persona amada para ti, y empezar de nuevo con una verdadera, real, y alcanzable, oportunidad de VIVIR.


Por todo esto he comenzado a desmontar desde ya la casa del tejado y me he autoregalado este libro... ¿por qué? pues porque sí, porque me quiero y me lo merezco como cualquier otra persona; porque desde hoy voy a empezar a cubrir todos esos huecos deficientes que tengo desde niña y porque si soy capaz de razonar todo esto seré capaz de conseguirlo. Yo podré, ¿y tú?


lunes, 20 de mayo de 2013

¿Qué haría un emperador a la romana, y no me refiero al pescado rebozado, si le diesen a gobernar España, Europa o, ya puestos, el mundo? Los que nacen para ser emperadores, caudillos o jerifaltes están hechos de una pasta especial, les pone eso de mandar y, supongo yo, que casi nunca he gobernado nada, que cuanto más difícil mejor, que así tendrá más mérito su reinado.

Si en eso de pasar a la historia (que es de las pocas cosas que puedes hacer a nivel público después de sojuzgar un pueblo, salvo que te ejecuten o te maten, cosa que ocurría constantemente en la antigüedad, quizá porque no se habían descubierto aun los planes de pensiones, los cargos honoríficos, las asignaciones vitalicias o las cuentas en paraísos fiscales), si pasando a la historia, digo, quieres ser de los buenos, tendrás que acceder al trono moviendo el mobiliario a base de bien, armando un buen escándalo; expulsando de allí al que esté y a todos los que le acompañen.

Habrás de coger el timón del imperio y dar un buen giro, aunque no tanto que des toda la vuelta para llegar al mismo sitio o a retroceder incluso. Pero qué hay que temer: si eres de los que saben “hacer que mandan” lo sabrás explicar y ya si eres de los que “realmente mandan” no tendrás que explicarlo en absoluto.
La fórmula romana era la de “pan y circo”; mientras el populacho tenga el estómago lleno y estén convenientemente distraídos no protestarán o la pagarán con el árbitro, por eso en los tiempos que corren los emperadores pueblan las colas del paro (hasta que las fuerzas fácticas les encuentren empleo, ésta gente lo que es al INEM normal no van), porque el pan empieza a escasear.

En qué momento un emperador, un gobernante, se sentirá más en su papel: ¿en los consejos de ministros, en las cumbres internacionales, en las ruedas de prensa, en el parlamento, de cañas con los amigos, por la noche poco antes de las pesadillas, justo cuando lo dejan o al leer su biografía en las hemerotecas…?

Un emperador a la romana se encontraría muy fuera de lugar en estos tiempos con tantos controles y formas que guardar.

… Dónde estarán los Casillas, Nadal, Alonso o Gasol, todos estos tan buenos y durante tanto tiempo en lo suyo, pero en versión política. ¿Por qué los del circo no se pasan a la producción y el reparto del pan? ¿por qué nos habrá tocado vivir en este país de circo y pandereta?
De dónde vendrán el talento y la inspiración. Quizá de sitios distintos. Dos socios condenados a coincidir y hasta a entenderse en la cabeza de alguien o de muchos. Ya decía yo una vez, que soy muy de decir cosas, que bien pudiera ser cualquiera su anfitrión a poco interés que se ponga: un cartel grande que diga “posada aquí”. Me relaja pensar así, lo contrario parece tan injusto.

¿Nace el genio o se hace? Afirmo que los hay que nacen y por descuido suyo y ajeno terminan pareciendo tan vulgares o más que el resto (geniales en la vulgaridad, números uno en eso; desconfía de algunos indigentes que te encuentres por la calle) y los hay también que se hacen, hormiguitas con más ambición que talento que trabajan y medran y llegan como en aquella película de dibujos animados, Antz se titulaba, a emparentarse con la realeza.

Lo que me seduce más lo pensaba ayer desde el libro infumable de Millás que estoy tratando con todas mis fuerzas de acabar, algo que nunca creí tener que decir de este autor, y cuyo título es Visión del ahogado (te ahogas leyéndolo). Es que en términos de literatura, por ejemplo, las palabras están ahí para todos, lo único que haría falta es juntarlas con gracia para producir el sortilegio. Lo mismo pasa con la pintura, ¿o no hay tiendas donde comprar los lienzos y los mismos colores o mejores que las que usaban Velazquez, Murillo y Sorolla? O las notas musicales, yo misma tengo un piano en casa y de vez en cuando tiempo libre, podría componer la 10ª de Beethoven, continuar donde él lo dejó…

Miremos por enésima vez las cosas desde la perspectiva opuesta o desde una distinta por lo menos. Millás es un autor que me encanta. Se ve que encontró el estilo o el filón, por lo menos el que a mí y al resto de sus lectores tanto nos gusta, después de mucho vivir y practicar. Pensaba, y es tremendo, que si este que leo ahora hubiese sido el primero en caer en mis manos difícilmente me hubiese animado a leerle ningún otro, lo que habría supuesto una pérdida para mí, os lo aseguro.

¡Pero sigue siendo Millás!, aunque me cueste a mí reconocerlo, que al contrario que con el resto de sus novelas no hay párrafo que me cautive o no me chirríe. Supongamos que tengo razón y que el estilo es distinto y funciona peor, ¿es menos Millás por eso? Ojo, ¿somos menos nosotros en el desacierto, en el error o en el camino de ser aquello que queremos ser?, definitivamente no.

Es muy improbable que este autor alcanzase el nivel que ahora tiene de no haberse ahogado en novelas como esta que, por cierto, siendo mucho peor que sus hermanas me inspira a mi esta reflexión. Los más débiles, nuestras propias debilidades son las que necesitan más cuidados, más atención y más indulgencia.

Ni tú ni yo somos genios, lo sabríamos ya, pero muchos de los considerados genios no siempre lo parecieron, mira Van Gogh. Apuesto como él, el lóbulo de mi oreja, a que si seguimos practicando, practicando de verdad, publicándolo incluso como Millás, que se nos vea el plumero, lograremos alcanzar nuestro mejor nivel, uno que no tendrá parangón porque, genios o no, lo que en todo caso somos es: únicos.
No hace ni un par de días que conduciendo mi coche rumbo a Murcia recordaba una época lejana en la que no conducía, me parecía imposible que yo me atreviese alguna vez a hacerlo, viniendo tanto coche de frente por carreteras tan estrechas.Luego, casi como todo hijo de vecino, me saqué el carnet y a la primera, pura suerte. Ya pensaba en aquella época que esto del carnet, con el tiempo que te quita, la ansiedad que te provoca, tanto test, tanta academia y tanta maniobra, era lo más parecido a pasar el sarampión.

Disfrutaba ayer tomando las curvas de una carretera nacional con muchísima soltura. Cómo cambia la perspectiva de las cosas pensé, hace muchos años que uso el coche “para lo que es”, para desplazarme de un sitio a otro; como un instrumento, digámoslo así, para continuar con mi vida, desplazándome aquí, allá y acullá. El coche perdió protagonismo y ocupó su lugar en mis actividades corrientes; salvo cuando me multan por esos aparcamientos inoportunos…

Salvo que seas un profesional del gremio del automóvil, o muy nuevo, o muy torpe conduciendo, de seguro que también el coche para ti será un buen medio de locomoción y ya está. ¿Por qué, y esta es la cuestión, no nos pasa lo mismo en otras áreas de la vida, que giramos en torno a ellas una, y otra, y otra vez como si estuviéramos aun en “la academia de la cuestión de que se trate”? ¿Cuándo, respecto de algunas parcelas “vitales”, y pondré ejemplos enseguida, seremos capaces de quitarnos la “L”, comprar el modelo que nos gusta, asegurarnos de tener el depósito moderadamente lleno y ninguna multa pendiente?

Te hablo de las relaciones sentimentales, familiares, amistad, de tu situación laboral, de la anímica, de la económica y de tantas otras en las que, sin poderlo evitar, seguimos como en la autoescuela, “renovando papeles, suspendiendo una y otra vez”. Recuerdo la época en la que usaba un PC y me tiraba más tiempo saneándolo (el sistema operativo, los virus, las incompatibilidades con impresoras y demás periféricos) que usándolo para lo que era. O como cuando tratas de aprender inglés y cada vez que hablas el idioma es para decir lo mismo: “I speak a little bit but I´d like to improve day by day…”, de manera que no terminas de soltarte nunca y eres el eterno estudiante de inglés. O como cuando toco la trompeta y es si llegaré a dar el agudo, si estoy bien de sonido, si se me estará oyendo y tantos otros detalles los que me preocupan, distintos de interpretar la obra sin más. Respecto de esa y de otras, “hablas más de la actividad en sí, te enredas y giras en torno a ella pero sin llegar a acoplarla a tu vida con naturalidad para implementarla, junto con las otras, seguir adelante y ser quien tengas que ser hasta las últimas consecuencias”. No un amateur, sino un “experto profesional” de la vida. ¿Por qué en algunas parcelas de nuestra existencia seguimos con la misma ansiedad del principiante, del inexperto o del delincuente (como el que conduce un coche robado o se salta todas las señales de prohibición y conduce como un loco)…?

¿Por qué empleamos toda una vida, que sólo hay una que se sepa, en torno a una cuestión o dos o tres; …a mal traer con tu marido o con tu mujer, con ese amigo que te ignora, con un trabajo que no te gusta y en el que no te pagan bien? “Empeñándote” en tal o cual cosa, persona o actividad, un día y otro día “sin sacarte jamás el carnet”…

Resuelve, cambia o abandona, amigo mío, ¿hasta cuándo repetirás curso? ¿A dónde se supone que deberías llegar? ¿dónde te estarán esperando a que llegues como sea, en coche, motocicleta, sidecar, o a pie…? Sal ya de la academia, o bájate de esa burra parda que no te lleva a ningún sitio. Deja de hablar de lo que haces, de lo que hiciste y de lo que harás y hazlo, que después de esa etapa vendrá la otra y la otra y la otra, sin más límite que el que tú te quieras fijar, o el que dicte la carretera, el vehículo que consigas y el combustible que puedas comprar.
“Espejo espejito, ¿soy yo la más guapa del reino?”, preguntaba la reina del cuento con la mirada perdida, luego de haber sido desahuciada por su psiquiatra de siempre, quien le diagnosticó una esquizofrenia aguda y un notorio problema de ansiedad. Qué mal tienes que estar, o qué ficticio tienes que ser, para andar preguntando esas cosas a los objetos. Claro, como en el fondo sabes que no te van a contestar, y que el que calla otorga. ¿Qué más dará si eres o no la más guapa?, después de todo no te habrán nombrado reina por eso, ni te quitarán la corona cuando te salgan las patas de gallo, salvo que lo que tú pretendas es ser una reina de la belleza, que es uno de los reinados más efímeros que existen.


Lo que ocurre es que la realidad supera a la ficción, y en la vida real todos tenemos un espejo y varios objetos más, hasta “hombres y mujeres objeto” conocemos, que nos responderán justo como esperamos que lo hagan a toda suerte de preguntas cuya auténtica respuesta nos negamos a enfrentar. Después de todo, si queremos tener una idea de cual es nuestro aspecto, de qué es lo que puedan estar viendo los demás y si coincide con lo que nosotros vemos, necesitaremos mirarnos en los espejos y en las personas que nos rodean; por lo que “dicen” de nosotros y lo que “nos dicen” de todas las formas posibles: directa, indirecta, expresa, gestual y tácitamente.


Hay quien se mira constantemente no sólo en los espejos sino en cualquier superficie reflectante. No precisamente porque se sientan guapos y quieran regodearse en su aspecto, puede ser por todo lo contrario, por tratar de asegurarse de estar lo más favorecidos que puedan, vestidos para la ocasión y dando su mejor perfil. Hay quien no tiene espejos en su casa y evita cualquier posibilidad de enfrentarse a su imagen, por más que la tecnología aumente a cada paso la posibilidad de vernos a través de mil aparatos distintos, ¿sabes qué? a algunos sólo los retratarás sin su permiso y quizá salgan más naturales que tú y que yo con tanta pose.


Mírate, ¿qué ves?, como no busques una foto o un espejo, lo único que verás teniendo los ojos donde los tienes será (haz la prueba) parte de la nariz, el morro si lo proyectas y todo lo que queda debajo de tu cuello; los hombros, uno cada vez, el pecho, la tripa, los brazos, las manos, tus genitales (menos mal), las piernas, los pies, parte de la espalda, el culo y no entero, y tu tren inferior por detrás. No me parece mucho. Equivale a una auténtica cámara subjetiva. Parece que nos han metido en un videojuego o dentro de una “cámara humanoide” para hacer un reportaje, no breve precisamente, y bastante repetitivo, de nuestra vida con sus gentes y circunstancias. Apasionante, ¿verdad?, inquietante diría más bien; ¿Por qué yo? ¿por qué han pinchado mi cámara? ¿por qué me han escogido precisamente a mí?... ¿quién?, ¿o quiénes? y ¿para qué concretamente?

Lo primero que hace “un personaje de película que se precie” cuando despierta y no recuerda quien es, es buscar un espejo para mirarse y, por cierto, casi nunca estar de acuerdo con lo que ve. Tú y yo haríamos, de hecho hacemos lo mismo, varias veces a lo largo de la vida. ¿Quién soy? te preguntas… ¿ven los demás lo mismo que veo yo? ¿Por qué parece no concordar tanto lo que veo ahí con lo que siento aquí dentro?, ¿soy la más guapo del reino?, claro, una de las que más, seguro, entre tú y yo está la cosa.


Dicen que queremos mejor, o apreciamos y frecuentamos más, a aquellas personas que mejor imagen nos devuelven, más acorde quizá con lo que pensamos de nosotros mismos. Eso si notamos la diferencia y podemos escoger. Buscaremos reflejarnos mejor en esos “espejos” que en otros que resulten opacos, lo que equivaldría a aquellas personas que ni reparan en ti, u otros que nos devuelvan la imagen distorsionada, fea o dura, que serían los que nos tratan mal o tienen un concepto de nosotros que no nos gusta, sea real o no. No es pequeño el matiz, no es lo mismo buscar quien mejor devuelva nuestra imagen que el que nos devuelva una imagen mejor, si llegaran a ser distintas. Quizá la autocomplacencia, el querer vernos y sentirnos bien a toda costa, sin trabajarnos un poco más la imagen, nos lleve a alejarnos de quienes nos la devuelven más cruda, más real y menos laudatoria. Cuidado, la mejor manera de asegurarse de cuál es nuestro aspecto, digo “aspecto habitual”, que es aquello que se ve, el de batalla, y no digo ser o esencia o alma que pudiera no estar viéndose, incluso no aflorar jamás, es mirándonos en más de un espejo.


Porque los hay, como las personas que nos rodean, de todos los tamaños y superficies. ¿Recuerdas la sala de los espejos del parque de atracciones?, quizá si el ambiente en el que nos movemos es reducido, homogéneo y peculiar (el ámbito familiar, el pueblo, tus amigos de siempre, tu país, tu cultura…) terminemos por creer que somos así de espigados o rechonchos donde quiera que vayamos, siempre en sentido figurado lo digo; así de largos, de cortos o de divinos, como el tuerto, que de los ciegos es el rey.



Puedes huir de los espejos, aislarte, despreocuparte o emborracharte de tu exclusiva opinión, mal. Puedes estar mirándote en la superficie de una cuchara, en las ventanillas de los coches, en sucios escaparates o en uno de esos espejos que ocupan entera la pared, qué gozada, puedes reflejarte en un lago de aguas claras y tranquilas, hasta en el mar te podrías mirar. Qué reflejos tan distintos, tan interesantes y tan compatibles, no deberíamos renunciar a ninguno de ellos. Todos juntos nos devolverán una imagen más justa.


Prueba a mirarte en el espejo con alguien que conozcas bien, hazlo hoy, la imagen que tu pareja (o si no la tienes pues tu mejor amigo) ve todos los días; la suya, te resultará extraña a ti, él se ve siempre al revés; su lunar, el colmillo que le asoma o la raya del pelo en el otro lado. Pregúntale a él cómo te ve a ti. ¿Sabes cómo se corrige eso? enfrentando un espejo con otro, como en algunos probadores o en los baños de algunas casas. Como en la vida misma. Busca el mejor espejo posible, aquel que parezca devolverte la imagen más fiel, mírate en sus ojos, ¿qué ves?... a quien tú crees ser, unido a quien aquel cree que eres, a ti, buenamente corregido, sin la sombra de soledad que tanto altera tus gestos.


—“¿Cómo era Narciso?”, le preguntaron al lago en el que se miraba a diario.
— “No lo sé”, respondió, “pues cuando él se asomaba para verse, era a mí a quien yo veía en sus ojos reflejado.”

domingo, 12 de mayo de 2013

Suena fatal lo del egoísmo y la autosuficiencia, por eso, como se va viendo lo necesarias que son, les van encontrando otros nombres menos sospechosos del tipo autoestima y autogestión emocional que, al contrario que aquellas, se reconocen imprescindibles para la vida moderna y el desarrollo personal. 


¿Qué ocurre cuando sabes o te temes que no estás invitado a la misma fiesta que alguien y se te queda un aspecto de cordero degollado? En realidad no me extraña que se te quede ese aspecto, querer ir a un sitio con tu pareja (no me refiero a mí, aunque no estorbaría tampoco a la reflexión) y que el otro se empeñe en ir sin ti o acompañado de tu ausencia puede llegar a ser un trago muy amargo.


No termino de averiguar cómo funcionan vuestras cabezas, lo que es en la mía suele haber siempre un plan ideal, o versiones ideales de los planes que uno va haciendo o van surgiendo. Si la persona de la que hablo es como yo su plan ideal se estaría haciendo añicos, pues se notaba que consistía en formar parte de la fiesta que iba a celebrarse sin ella. Pero si fuera aún más como tendría que ser habría encontrado poco después del lógico berrinche uno, dos o seis planes alternativos.


Amigos míos, la cápsula de hoy consiste en: Tener vida propia (encontrar y hacer valer el título de propiedad de tu vida), lo que necesariamente incluye cuerpo, mente, contexto, planes y alternativas propias y privativas que eventualmente incorporen de manera natural o previa invitación a quién lo sepa apreciar y disfrutar.


Quiere decirse, a aquellos que se encuentren en zona de peligro, que somos la mayoría… ¡salgamos inmediatamente del contexto geográfico, físico y, sobre todo, emocional y mental en el que uno no es individuo sino cosa susceptible de ser abandonado! Esto es: “me encantaría estar contigo, pero si tú no quieres o no te apetece casi es mejor que te vayas o que me vaya yo que tengo mis cosas que hacer.” (o mi tiempo y hasta mi energía que perder en otro sitio).


¿Suena mal?, suena saludable a medio y largo plazo. Salvo que te guste el síndrome del muñeco de trapo y malgastar la vida con quien no se entera de la gran noticia; y es que has llegado TÚ, un ser descomunal. Me refiero a ti. Este blog no lo siguen seres insignificantes, no sabrían de lo que hablo, ni preguntarían tampoco.

Distingamos bien los amores tangibles de los intangibles, los prácticos de los desastrosos, los útiles de los inútiles, los ilusionantes de los descorazonadores. Los compatibles de los que no lo son, los perdidos de los imperdibles, los impuestos de los deseados, los románticos, novelescos, literarios y líricos, de los reales, realistas, cotidianos y pedestres. Los que valen la pena (la pena que te hacen experimentar antes o después) de los que dan pena los mires por donde los mires. Los compartidos de los mal repartidos, los envidiables de los envidiosos, los pasajeros de los arraigados, los platónicos de los aristotélicos. Los de verano de los de invierno, los imposibles de los inevitables, los irrompibles de los que se caen a pedazos, los simples de los compuestos, los absurdos de los lógicos, los unilaterales de los bilaterales, los cerrados de los abiertos, los compartibles de los cerriles, los generosos de los egoístas, los hacia afuera de los hacia dentro. Los indefinidos de los concretos, los continuos de los intermitentes, los transparentes de los opacos, los brillantes de los oscuros, los alegres de los tristes, los expansivos de los contraídos, los centrífugos de los centrípetos, los demoníacos de los angelicales, los humanos de los inhumanos, los lógicos de los ilógicos. El filial del romántico, el primero de los subsiguientes, del actual o del último (del que vaya a ser el último que no sabemos cual será sobre todo si tenemos en cuenta que la experiencia nos dirá a posteriori si aquello fue amor o fue otra cosa)…


Hay amores que matan y otros que dan vida, ¿es justo llamarles amor a ambos? si del amor el fruto no es amor, ¿será digno aún de tal nombre?, yo creo que no, pero no me hagas caso. A quién consultaremos sobre eso, ¿a uno que haya amado mucho?, ¿a otro al que hayan amado mucho?, ¿a dos que se hubieran amado recíprocamente con el mismo amor?, ¿es eso posible? ¿o cada uno con el suyo?, es posible también. Qué lío.


¿Te amo a ti?, lo que tú eres, lo que tú supones, lo que tú quieres (aunque no coincida del todo con lo que quiero yo o con lo que quería antes de quererte) ¿o lo que amo es el amor que me tienes, o el que generas en mí, o el que en mi se genera por tu causa (a veces sin tu conocimiento)? o cómo me hace sentir amarte y tenerte cerca o dentro de mi mente, de mis entrañas, de mi ambiente, de mi mundo, de mis ilusiones y proyectos, de mis dominios, de mí simplemente (y me refiero a mi simpleza).


¿Llegamos a mezclarnos tú y yo o solo a estar muy cerca? ¿quién envolvió a quién, quién convenció al otro, quién imitará al otro, se plegará al otro? o ya no se sabe quién es quién porque ninguno es como era: es él y el otro, el otro y él, otro ser, nuevo, distinto, mucho más grande, la fusión de dos que si en trozos los partieras seguirían siendo eso, dos en estado de estarse amando.


No se me ve en ti ahora que estamos lejos, mal asunto. ¿Sabrías explicar quién soy? Quizás no porque ya no estoy ahí, el amor podría haber muerto...y si el amor muriese yo moriré con él...

sábado, 11 de mayo de 2013


Esta página es reflejo de mi personalidad, supongo. En mi vida diaria soy de lo más comunicativa; locuaz para algunos, charlatana para otros, o para los mismos cuando ya están aburridos de oírme. Como pasa con todos los defectos, aquel quelos tiene es el que menos lo reconoce, eso da un poco de miedo. Ser tonto y no llegar ni a sospecharlo siquiera, esa es la descripción de la necedad, ¿no?

Tengo entonces, y soy consciente de ello, luego mi charlatanería no es la de una necia, una tendencia irrefrenable a contar lo que me pasa en la vida y por la cabeza. Sin embargo voy aprendiendo, muy poco a poco, a seleccionar y hasta a esperar para contarlo, como ocurre con lo que voy a anunciaros ahora: he dejado de fumar. Ojo, esto también podría decirlo sin mentir el fumador que acaba de apagar su cigarrillo, no en vano se dice que dejar de fumar es fácil, hay quien lo deja varias veces por semana. Leed bien: he conseguido dejar de fumar, por fin, de hecho hace unos meses que no fumo ni un solo cigarrillo. Pero lo que me hace pensar que lo he dejado del todo es que ya no soy ni consciente de cuando los demás fuman, he desarrollado, quizá sea más correcto decir, se ha desarrollado en mi mente una especie de inmunidad al tabaco. Qué suerte. Y qué alentador.

A mí fumar me gustaba, de hecho era el tipo de fumadora que conjugaba correctamente ese verbo. Nunca lo he hecho mientras escribía en el ordenador, por ejemplo, trataba de darle al cigarrillo su momento. Además, los que me conocen lo saben, el humo era importante para mí, expulsarlo por la nariz, por la boca haciendo aros casi en cada calada, más rápido, más despacio. Fumaba con delectación, cosa que resultaba imposible en la calle, que es donde más fuma la gente ahora. Era, fijaos que oximoron: una buena fumadora. No, lo que yo era, como mucho, es una fumadora menos mala que aquellos que encienden el cigarrillo con la colilla del anterior y le van imponiendo sus humos a la gente.

Cabe preguntarse ahora cómo lo conseguí y la respuesta, por desgracia, es que no lo sé, no del todo por lo menos. Un poco por saturación, no fue de manera gradual. Acababa de comenzar inconscientemente una nueva etapa de muchos cambios y fue la oportunidad perfecta para animarme a expulsarlo de mi vida para siempre. Últimamente vivía días muy intensos tanto a nivel laboral como personal y estaba llegando a un punto que fumaba más de lo habitual. Los cambios en mi vida me hicieron experimentar sensaciones de las que no estaba acostumbrada y creo que aproveché esas sensaciones para mover algunos muebles en mi cabeza. Moviendo y moviendo debí dar con el interruptor del tabaco y ¡click!, lo puse en off. ¿Así de maquinales seremos? ¿de extremistas? ¿de contundentes? No, normalmente no, no en mi caso que peco más de blanda que de lo contrario y todo me viene bien y voy dando bandazos, cambiando de tema, de actividad, de obsesión, precisamente para evitar tomar decisiones. Dónde estará el interruptor de las conductas erráticas, detrás de qué mueble, camuflado con qué. Lo sé, con algo que me despiste completamente, disfrazado de lo contrario, ¿no me habéis oído decir eso de que soy responsable de mis actos y de mis omisiones?, detrás de eso está mi indisposición absoluta a decidir nada. ¡Oh!

Ya no puedo, ni quiero, celebrar este descubrimiento con un cigarrillo, como en la frase «por lo bien que lo hemos hecho cigarrillo pal pecho». Ni haré como aquella amiga que decía y dirá: «espera, me fumo un cigarrillo y voy». «Tampoco esperaré fumando al hombre que yo quiero», pues ni espero a un hombre ni mucho menos que fume con lo que adultera eso el sabor de los besos. Qué suerte para mí haber dejado de fumar y haber sido capaz también de esperar unos meses para celebrarlo como algo serio con vosotros.

Las relaciones humanas son imperfectas porque quienes las mantienen lo son. Somos defectuosos, inaguantables muchas veces; necios, excesivos, egoístas, incongruentes y tercos (le estoy echando un vistazo a mis plumas) Suerte que las gallinas no necesitan acreditar un talento especial para poner huevos, todas los ponen. Luego seremos capaces, sin saber cómo seguramente, de poner alguno para alguien… o al menos de incubar huevos ajenos, se me ocurre ahora.

¿No has oído o no has dicho tú mismo en algún momento, “No le soporto pero le quiero”? Se puede expresar con la frase popular: “Te quiero a pesar de ti” que si nos ponemos a analizar quedará de lo más aparente. Enseguida se me ocurrió una frase mejor y no porque fuera mía, que lo es hasta donde yo sé, sino porque me parece mucho más amorosa: “Te quiero contigo dentro.”

Son juegos de palabras en todo caso. En un buen te quiero ya se sobreentendería lo que se quiere matizar con esas frases, pero ese es justamente el problema tantas veces, la imprecisión, el desconocimiento de qué es lo que está pasando mientras damos por supuestas cosas que no son. ¿Por qué amamos y lo hacemos tan mal que el otro no se entera y viceversa?

A pesar de mí o conmigo dentro. ¿De quién estamos hablando?: pues de quien yo creo y hasta manifiesto de manera inequívoca ser en cada momento. Tendemos a pensar que somos ese y nada mas que ese. Ambas frases dan a entender que somos mucho más: el que los demás ven e interpretan que somos, tan distinto para unos y para otros en función de la naturaleza de la relación (laboral, familiar, íntima…) y del grado de afinidad, de intimidad, de exposición y de acierto en la misma.

Pero no me pierdo. El mí y el conmigo al que las frases hacen referencia son la gallina, el trauma, la locura, la anomalía del chiste. La primera gran noticia ya está dicha: es que somos más de lo que creemos ser; más que nuestras acciones y nuestras eternas omisiones de lo que hace tiempo tendríamos que estar haciendo, y quienes nos quieren, sobre todo ellos, lo ven, lo saben o lo intuyen. Ellos nos harán reparar en los huevos que se nos vayan cayendo, con suerte lograrán hacer una tortilla con esos y con los que pisoteamos.

Que nos quieran a pesar de nosotros o con nosotros dentro va a depender del grado de tolerancia, generosidad y visión de aquellos que nos aman pero también de nuestra naturaleza; a los monstruos no hay que darles de comer, no creo que haya que hacerse su amigo. Pero hay quien ve monstruos solo en lo que es diferente de ellos o diferente de lo que esperan, ansían o creen necesitar. No rechaces los otros huevos, los pequeños o aquellos que no te hagan falta; por qué dejar que se pudran los que el otro no desea o no es capaz de ver. Sin perjuicio de la legítima aspiración a que el monstruo, si es cierto que está ahí, se transforme en príncipe por virtud del amor como en los cuentos.

Terminaremos esta pequeña reflexión con una tierna ilustración de lo que quiere decirse: “No me excluyas precisamente a mí en tu manera de amarme, encontremos juntos la manera de hacer al otro el destino y el objeto íntegro de nuestro amor”. Cursi pero eficaz, estoy convencida.


La tensión está muy bien soportarla, pero mejor está el saber liberarla...


Hoy no esperéis una bonita reflexión. Hoy simplemente quiero transmitir que cada vez me da más pena aquella gente que tiene su esencia vacía y que busca la felicidad y la autorrealización en meter “mierda” de los demás… Creen que por el hecho de desvalorar a los demás van a ser más grandes y más aceptados; lo que no se dan cuenta es que las mentiras tienen las patas muy cortas, y más si se tratan de alguien tan transparente como yo.

Recuerdo que cuando tenía 12 o 13 años el “entretenimiento” del instituto era “llevar y traer” comentarios de tus compañeros de clase, cosa que con el paso del tiempo me di cuenta que nada más que traía problemas, y por cosas como esta decidí apartar a personas muy prudentemente y educadamente de mi camino porque no es lo que quería para mí. Pensaba que este tipo de cosas solo ocurrían a estas edades, que después la gente maduraba y se daba cuenta de que los demás le tienen que dar igual, que lo importante es sentirse bien con uno mismo y con los que le rodean; en cambio después de casi diez años hoy he descubierto desgraciadamente que no.

No voy a dejar que una cosa como esta me afecte, no voy a darle el placer a esa persona de que sienta que me ha herido. Simplemente quiero decir que sí, que volveré a picar una y mil veces más con este tipo de acciones porque no me gusta realizar prejuicios hacia las personas aunque tengan una fama ganada; me gusta dar oportunidades, ayudar y aportar algo positivo a la vida de cada uno de los que forman mi círculo.

Gracias a la situación surrealista de hoy voy a comenzar a eliminar “amigos” de facebook, no os lo toméis como nada personal; de hecho podréis seguir leyéndome en esta página pero a partir de ahora dejaré facebook para mi vida más personal.

Concluyendo me quedo con que al final cada uno queda en su lugar, que en nuestro camino a veces aparecen piedras y matorrales que debemos esquivar, en cambio si caminamos con buena intención y positivismo llegaremos al lugar deseado, y si no disfrutaré con el paseo…

Debajo de la arena duermen los sueños su sueño de siglos. Pero cuando el verano se acerca, algunos de estos sueños, aun sin despertarse del todo, se desperezan. Si nos fijamos un poco veremos de qué materia están hechos: son los despojos del invierno, los exabruptos que el océano vertió, tras una sudorosa pesadilla. Algunos de esos desechos, resistentes al olvido y a la degradación molecular, lograron germinar en el humus estéril de la playa. Brotan ahora nuevas especies a medio camino entre lo animal y lo inorgánico, cuya morfología se adapta fielmente al contramolde de nuestras entrañas. En unas pocas semanas, vendrán los niños con sus palas de colores y recolectarán esta extraña cosecha, la escuálida herencia de nuestros delirios.

Imagina un diseño cuya excelencia no se midiera por su originalidad; ni siquiera por el placer que su uso produce. Tan solo por su capacidad para envejecer dignamente, es decir, un objeto que todo lo que pierda en precio lo gane en aprecio. Algo que sepa encajar los golpes.

domingo, 5 de mayo de 2013


Van a ser esos sueños los que te hagan volar lejos, los que te impulsen y te lleven a la gloria. Tu valor será el que te haga lograrlo y tu capacidad de aguante será la que te calme en los altibajos. Eres capaz de conseguir lo que te propongas, no dejes que influya en ti la negatividad. Sé que puedes, por tanto, hazlo. Analiza el camino, no busques atajos, sufre igual que todos, porque al final del camino encontrarás la mayor recompensa de todas, la satisfacción personal de obtener el resultado esperado.

miércoles, 1 de mayo de 2013


Desde pequeña me hago la siguiente pregunta:

En una carrera de caracoles ¿gana el más rápido o el más lento?
Y en este último caso, ¿el que corre más despacio no es el que corre hacia dentro?

Pero entonces, ¿dónde está la meta?