lunes, 20 de mayo de 2013

No hace ni un par de días que conduciendo mi coche rumbo a Murcia recordaba una época lejana en la que no conducía, me parecía imposible que yo me atreviese alguna vez a hacerlo, viniendo tanto coche de frente por carreteras tan estrechas.Luego, casi como todo hijo de vecino, me saqué el carnet y a la primera, pura suerte. Ya pensaba en aquella época que esto del carnet, con el tiempo que te quita, la ansiedad que te provoca, tanto test, tanta academia y tanta maniobra, era lo más parecido a pasar el sarampión.

Disfrutaba ayer tomando las curvas de una carretera nacional con muchísima soltura. Cómo cambia la perspectiva de las cosas pensé, hace muchos años que uso el coche “para lo que es”, para desplazarme de un sitio a otro; como un instrumento, digámoslo así, para continuar con mi vida, desplazándome aquí, allá y acullá. El coche perdió protagonismo y ocupó su lugar en mis actividades corrientes; salvo cuando me multan por esos aparcamientos inoportunos…

Salvo que seas un profesional del gremio del automóvil, o muy nuevo, o muy torpe conduciendo, de seguro que también el coche para ti será un buen medio de locomoción y ya está. ¿Por qué, y esta es la cuestión, no nos pasa lo mismo en otras áreas de la vida, que giramos en torno a ellas una, y otra, y otra vez como si estuviéramos aun en “la academia de la cuestión de que se trate”? ¿Cuándo, respecto de algunas parcelas “vitales”, y pondré ejemplos enseguida, seremos capaces de quitarnos la “L”, comprar el modelo que nos gusta, asegurarnos de tener el depósito moderadamente lleno y ninguna multa pendiente?

Te hablo de las relaciones sentimentales, familiares, amistad, de tu situación laboral, de la anímica, de la económica y de tantas otras en las que, sin poderlo evitar, seguimos como en la autoescuela, “renovando papeles, suspendiendo una y otra vez”. Recuerdo la época en la que usaba un PC y me tiraba más tiempo saneándolo (el sistema operativo, los virus, las incompatibilidades con impresoras y demás periféricos) que usándolo para lo que era. O como cuando tratas de aprender inglés y cada vez que hablas el idioma es para decir lo mismo: “I speak a little bit but I´d like to improve day by day…”, de manera que no terminas de soltarte nunca y eres el eterno estudiante de inglés. O como cuando toco la trompeta y es si llegaré a dar el agudo, si estoy bien de sonido, si se me estará oyendo y tantos otros detalles los que me preocupan, distintos de interpretar la obra sin más. Respecto de esa y de otras, “hablas más de la actividad en sí, te enredas y giras en torno a ella pero sin llegar a acoplarla a tu vida con naturalidad para implementarla, junto con las otras, seguir adelante y ser quien tengas que ser hasta las últimas consecuencias”. No un amateur, sino un “experto profesional” de la vida. ¿Por qué en algunas parcelas de nuestra existencia seguimos con la misma ansiedad del principiante, del inexperto o del delincuente (como el que conduce un coche robado o se salta todas las señales de prohibición y conduce como un loco)…?

¿Por qué empleamos toda una vida, que sólo hay una que se sepa, en torno a una cuestión o dos o tres; …a mal traer con tu marido o con tu mujer, con ese amigo que te ignora, con un trabajo que no te gusta y en el que no te pagan bien? “Empeñándote” en tal o cual cosa, persona o actividad, un día y otro día “sin sacarte jamás el carnet”…

Resuelve, cambia o abandona, amigo mío, ¿hasta cuándo repetirás curso? ¿A dónde se supone que deberías llegar? ¿dónde te estarán esperando a que llegues como sea, en coche, motocicleta, sidecar, o a pie…? Sal ya de la academia, o bájate de esa burra parda que no te lleva a ningún sitio. Deja de hablar de lo que haces, de lo que hiciste y de lo que harás y hazlo, que después de esa etapa vendrá la otra y la otra y la otra, sin más límite que el que tú te quieras fijar, o el que dicte la carretera, el vehículo que consigas y el combustible que puedas comprar.

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